Carmen Sánchez-Garrido. Siempre con nosotros.

El sábado 6 de febrero nos despedimos de nuestra amiga Carmen. Todo su coraje y todo su tesón, los cuidados atentos y tenaces de Ana, su madre, y todo el cariño de Miguel y de sus hijas no pudieron con el mieloma múltiple contra el que batallaba desde hacía tantos meses, siempre pensando en arañar un día más para disfrutar de sus niñas y velar por ellas.

Carmen hacía honor a su nombre: poema y vergel.  Poema, porque como nadie sabía destilar las esencias de la vida, que nos contaba luego con su cantarín acento antequerano que era como el borboteo incontenible de las fuentes y acequias de un carmen en primavera.

Carmen había heredado de su madre una fuerza prodigiosa que empleaba en todos los frentes en los que había decidido luchar.  Y no había causa justa que no apoyara, entregándose a ella con toda la determinación que le daba su convencimiento del deber cumplido: todos la vimos enarbolar, desde el primer momento y sin cejar en su empeño, la pancarta blanca en defensa de la sanidad pública, y la pancarta verde de la escuela pública, de tod@s para tod@s, porque así entendía ella la vida.

Pero la de Carmen no era solo una batalla de altos ideales de equidad y justicia social.  Carmen luchaba por el bien general, pero sin olvidar nunca hacer el bien también a su alrededor.  Todo el que la haya conocido, por breve que haya sido su encuentro con Carmen, habrá sido testigo o beneficiario de algún acto suyo de caridad, de generosidad, de solidaridad o de entrega.  Tal vez solo Miguel pueda equipararse con ella en esa forma de ir por la vida derrochando bondad de manera tan inteligente y empleando esa lúcida inteligencia suya de manera tan bondadosa.

Para todos nosotros ha sido un privilegio que el azar de la vida cruzara nuestro camino con el de Carmen.  No la veremos más, pero estará siempre con nosotros, entre nosotros, muy dentro de nosotros.  Nada podrá borrar la imagen de la eterna sonrisa que le centelleaba en la profundidad de sus ojos, y nunca podremos olvidar la estela de rectitud y de amor que iba dejando por donde pasaba.

¡Hasta siempre, Carmen!